domingo, 15 de febrero de 2009

Mi palabra favorita














- Oye, ¿cuál es tu palabra favorita?

- Mi palabra favorita es "mierda".

- ¿¡Mierda!?

- Sí, mierda.

- Pero, ¿dónde te enseñan a ti esas palabras? Es una palabra muy fea...

- En el cole, la dicen mis amigos.

- Esa no puede ser tu palabra favorita... Dime otra palabra, que esa no vale.

- "Chichi".

- ¡Oh! ¡Dios mío! ¿Esto también te lo han enseñado tus amigos?

- Sí

- Pues que sepas que tus amigos son unos maleducados.

- Mis amigos no son maleducados, dicen "pene", no "poya"...

sábado, 14 de febrero de 2009

Quiero















Quiero encontrarme una risa
tirada por el camino
quiero encontrarme una risa
quiero cambiar mi destino

quiero subir a la suerte
quiero un puñado de nubes
Quero dejar de ser cieno
Quiero soñar que te tuve

Quiero una libreta en blanco
Para apuntar los favores
Quiero evaporar mi llanto
¿Quieres hacer los honores?

Quiero no cantar más penas
Quiero pensar más deprisa
Quiero ser pasto de hienas
Quiero burlar la cornisa

Quiero aprender a ser malo
Quiero llorar cuando debo
Quiero olvidar tantos palos
Quiero sentir que me elevo

Quiero no volverme a hundir
Quiero ser mejillonero
Quiero matar a morir
Quiero sentirme el primero

Quiero perderme en la noche
Quiero borrar lo que escribo
Quiero no ser un fantoche
Quiero cambiar lo que vivo

Quiero querer lo que quise
Quiero olvidar lo olvidado
Quiero sentir lo sentido
Quiero pasar del pasado

Quiero sentir que se siente
Quiero jamás dormir solo
Quiero seguir la corriente
Quiero perderme en el Polo

Quiero ganar un gritón
Quiero escapar del infierno
Quiero olvidar mi canción
Quiero inventarme otro invierno.


y ahora silencio

martes, 10 de febrero de 2009

Tiempo al tiempo


Escuchar cómo pasa el tiempo es quizás de lo más desesperante que un hombre puede soportar, es lentitud, es el tic-tac del viejo reloj de pared, es rítmico, es incluso pegadizo, es colérico, es implacable, es perfección y es necesario.

El calor que corre por las venas cuando sabes que se te escapa el tiempo , que sus segundos te golpean, es doloroso.

Pero es necesario.

Pensar en ese viejo refrán que reza que el tiempo pone a cada uno en su sitio, es probablemente hijo del rencor.

Las noches se alargaban, los días se reinventaban a cada segundo, el odio le pisaba los talones, y quizás era por eso que deseaba que el tiempo la pusiese en su sitio, que pagase por el dolor causado, por las horas que le habían desvelado, por los golpes contra el cerco de la puerta, por los gritos al cojín; pero no podía evitar que su mente viviera absorta en algún lugar remoto, donde inevitablemente, reinaba ella.

La diosa de los ateos, la que fue reina de su sonrisa, pero poco a poco pasó a ser polvo, a ser ceniza, a perderse en el olvido tan lentamente, que creyó volverse loco.

Deseó que ese mismo tiempo que le maltrataba le ayudase en su venganza, que la hiciese llorar y lamentarse, que la hiciese odiarse. Pero sólo provocaba que su tiempo se detuviese, que las horas fueran más salvajes y que la única manera que tendria de escapar de ese tiempo indomesticado seria durmiendo. Y ni aun así.

Y de repente, extraviado en su locura, lo comprendió. No supo nunca si la culpa la tuvo el pato de porcelana, la montaña o aquel cajón cerrado para siempre. Pero lo comprendió.

Dejó de desear que el tiempo la juzgase y prefirió ser juzgado por ese mismo tiempo. Y así fue.

Sus minutos le miraron a los ojos, le habían puesto en su sitio. Alejado de los quebraderos de cabeza, de la desconfianza y de la niñez, de la persuasión y de la locura. Le había devuelto la vida, aunque esta vida no tuviese princesa, era la vida que le dejaba dormir, en la que el tiempo seguía su ritmo y él le acompañaba, simbióticamente, a la espera de poder volver a soñar. No era el destino idílico que deseaba tener, pero era su destino. Con la ilusión de un crío paseaba por sus instantes, disfrutándolos, agradeciéndole al tiempo aquel enorme favor, algún dia se lo devolvería.

Y tiempo al tiempo